EL VIRUS Y LA INVERSIÓN

El 13 de marzo pareció ser el detonante de días complicados por venir. Y en cierto modo lo fue.

Aunque no hubo decisión de cuarentena oficial, la ciudadanía en términos general se retrajo, se confinó y compraron vituallas y enseres en exceso, para las alacenas de sus hogares.

Jugó mucho el aspecto psicológico y la gran interrogante de a qué nos enfrentábamos.

Es como como con un bote, con los ojos tapados se le quiere pegar a una piñata. Se tiran palos en forma desenfrenada, a tientas, sin certezas.

En sabia decisión (con el diario del lunes se constató), el gobierno apeló a la libertad responsable y a la conciencia ciudadana. Y con ese contexto se buscó que los motores de la economía no se apagaran. Había que estar en los zapatos del Presidente ante semejante panorama.

Un mes después del 13 de marzo, la industria de la construcción se puso a trabajar nuevamente. Luego de tres semanas, donde durante dos se redactó un minucioso protocolo sanitario (la tercer semana era la Semana Santa que forma parte de la licencia anual del sector), se ha trabajado en forma ininterrumpida hasta el presente. Somos los malla oro? No importan los rótulos, sí el estar a la altura de las circunstancias.

Y en el medio de todo este fragor, pandemia y protocolo sanitario, tocaba discutir el convenio salarial que había vencido en marzo del año en curso. Las reuniones con el SUNCA sobre este particular, pasan desde la guerra de Troya, a los paseos en góndola por Venecia, se reiteran las rencillas, retorna la calma y así durante muchos días, donde las horas van pasando y el final que luce alejado, inesperadamente logra su punto de equilibrio, las partes se acercan y transacción mediante que supone el otorgamiento de recíprocas concesiones, se firma el documento. Y se logró su duración hasta marzo del 2023, 35 meses de convenio, con sus consecuentes beneficios. El promotor tiene una hoja de ruta donde apoyarse para estudiar sus inversiones y la oportunidad para hacerlas.

Pero fíjense Uds que las obras que venían desde antes del 13 de marzo, una vez superado el interregno mencionado, continuaron y ninguna ha detenido su accionar. Y no solamente eso, sino que además comenzaron decenas y decenas de obras en sus modalidades de vivienda promovida, megaproyectos y las que no son ni una ni otra. Pese al contexto adverso y la incertidumbre que primaba, el promotor no se amilanó y continuó invirtiendo, generando mano de obra y el manido “círculo virtuoso de la obra”. Sería ingrato no mencionar que el gobierno estuvo a la altura de las circunstancias y con sensibilidad nos escuchó y adoptó decretos mediante, normativa beneficiosa para el sector. Eliminó los topes a los precios de la vivienda promovida, redujo el monto de inversión para los megaproyectos (buena idea del gobierno anterior) a 6 millones 400 mil USA, lo que facilitó precisamente la dinámica que se exhibe y recientemente volvió a contemplar nuestras aspiraciones al reducir considerablemente el monto de la inversión para proyectos más pequeños, en un nuevo decreto.

El gobierno con astucia necesita generar empleo, tal su preocupación principal (al margen del combate al virus). Y precisamente la construcción, industria esponja que absorbe mano de obra, le da el soporte necesario para tales fines. Y los hechos cantan porque el número de obreros registrados en el BPS son elocuentes y vienen subiendo mes a mes. Ya andamos por los 44 mil pero con tendencia alcista que es lo relevante.

Si además los argentinos que tanto han llamado a la gremial, concretan inversiones que aparentemente anhelan (seguramente la frontera cerrada viene constituyéndose en un freno), entonces tendremos un 2021 con inversión y trabajo, condimentos esenciales en la economía.

El factor confianza juega un rol determinante. Los argentinos no confían en su gobierno y sí en el nuestro, pese a ser conscientes de que somos más caros.

Virus e inversión: podrían ser antagónicos y el primero haber sido un obstáculo para lo segundo. En la promoción privada no sucedió. Nada de echar las campanas al vuelo pero las cosas por su nombre.

Esc. Aníbal Durán

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